La adolescencia es una explosión de vitalidad que puede ser muy beneficiosa para la familia, aportando alegría, intensidad, color,... si se gestiona adecuadamente. Es un reto tener respuestas a sus inquietudes. Pero tener respuestas no lo es todo. También se debe agudizar los sentidos para saber sus estados de ánimo, poder leer lo que les pasa, y quizas poner palabras a lo que ellos no pueden definir.
La adolescencia, es esa etapa de la vida que se vive intensamente. Todo lo que sucede alrededor nuestro es extraordinario. Muchas de las experiencias que vivimos, se quedan en nuestros recuerdos para toda la vida. Como el primer amor, el primer beso, la primera copa, las primeras discusiones..., muchas de estas experiencias serán normales en la vida adulta.
Es importante tener presente los tiempos que corren, los
cambios en la sociedad y la influencia de los medios de comunicación. Las
personas de cierta edad, hemos experimentado unas circunstancias muy distintas
a las que están viviendo los adolescentes de hoy.
Aunque en esencia,
las carencias emocionales son las mismas, es verdad que el acceso a la
información es mucho más rápido. A diferencia de hace diez años, hoy estamos
conectados por el teléfono, la mensajería es instantánea y las formas de
comunicación pasan por las redes sociales.
Debemos tener en
cuenta que su proceso de maduración emocional es ondulante, como un
electrocardiograma, un pico arriba, un pico abajo hasta que se estabilizan en
el tiempo. En esos picos, si somos capaces de cazar esos respectivos estados
(alterados, exaltados, eufóricos o tristes, depresivos, melancólicos...), les
ayudaremos a equilibrar esas oscilaciones.
Para lograr que la
adolescencia no sea un caldo de conflictos en casa, las mejores herramientas
que podemos utilizar son: presencia,
escucha y diálogo *. Entonces, muchas tensiones desaparecen y se
pueden descubrir otras dimensiones de su personalidad que generalmente resultan
sorprendentes.
Un adolescente tiene
su personalidad, sus sueños, sus aspiraciones, sus expectativas. Fluctúan en
sus gustos, en sus aficiones y en sus relaciones sociales, pero siempre hay algo que les caracteriza . Cuando ellos y ellas detectan que no pueden
ser ellos mismos en su entorno de confianza, surgen tensiones, malos
entendidos, discusiones y conflictos. Esto les empuja a crearse personajes
externos que quieren demostrar su valía en el exterior y adquirir reconocimiento.
Hay que saber
diferenciar cuando están probando algo de cuando intentan demandar atención.
Son cosas muy distintas. Aquí es cuando la formula (*) es muy útil. Los adultos
responsables o tutores de un adolescente, debemos permitirnos apreciar sus cualidades,
escucharles y disfrutar de como son, de su naturalidad, de su espontaneidad y
de su transparencia. Ellos sabrán reconocer nuestra autoridad, la referencia
que somos para ellos y confiaran en nosotros si no les juzgamos, no les
exigimos y les damos el soporte que necesitan.
Douglas Varela Rodríguez
Educador Social y Terapeuta
CAYAC: www.cayac.cat
CAYAC: www.cayac.cat