martes, 2 de octubre de 2018

¿CÓMO SER EDUCADOR SOCIAL Y NO MORIR EN EL INTENTO?

Esta historia está basada en hechos reales. La describo en clave de ficción para proteger la identidad de los implicados.

Año dos mil, en aquella época, la asociación para la que trabajaba se había expandido y tenía numerosos recursos de intervención social. Desde tiempo libre, pasando por distintos tipos de empresas de inserción laboral, hasta una tienda de segunda mano, un Garden y Unidades de Escolarización Externas.

Mi trabajo como educador, consistía en realizar el seguimiento de los y las jóvenes que trabajaban en las empresas de inserción, ubicadas en diferentes lugares de la ciudad. Una de ellas la construcción de un parque urbano. En las visitas de seguimiento, debía garantizar la implicación de los chicos en las labores propias del oficio. Entre otras cosas, puntualidad, respeto entre compañeros, reconocimiento de la jerarquía propia de la actividad, en este caso la autoridad de los paletas, el correcto uso de las herramientas y materiales de construcción, y por supuesto el seguimiento de un plan de trabajo individual.

Recién había llegado a la obra donde trabajaban los chicos, ubicada en Sabadell Centre, muy próxima a la estación de tren con el mismo nombre. Un grupo de tres peones dirigidos por dos paletas, eran chicos que habían accedido a seguir un proceso de inserción laboral que pasaba por asimilar unos hábitos mínimos. Uno de ellos, al que llamaré “Juanito”, estaba con una condena por agresión y tenía que dormir en la cárcel de la Trinitat los fines de semana durante unos meses. Juanito era un chaval de veinte años, con problemas de agresividad a veces extremo. Al parecer, distorsionaba la realidad. Tenía momentos en los que pensaba que los demás hablaban mal de él y en consecuencia perdía la compostura y se volvía agresivo. Le calmaba la presencia de adultos y que le hablaran con serenidad. Sus compañeros, no eran tan diferentes a él, pero no reaccionaban de manera tan impredecible. 

Al hacer el seguimiento, noté que Juanito estaba algo raro. Pero al hablar con él y preguntarle sobre sus cosas, tuvimos una conversación sin embargo tranquila. En el trabajo estaba bien, realizando sus tareas como cada día. En esa visita, esperaba a un compañero de trabajo que era mi encargado, para hacer balance del trabajo y de los chicos. Cuando llego mi superior, empezamos a hablar de trabajo. Mientras hablábamos, uno de los paletas le pidió a Juanito que le pasara material, creo que era cemento preparado para colocar losas en el suelo. Pero al intentar abastecer al paleta de material, se le cayó el cemento y eso activó algo en Juanito.

Mientras seguía hablando con mi compañero, el paleta le decía a Juanito que no se preocupara, que no pasaba nada, mi compañero y yo estábamos comentábamos cosas de trabajo en ese preciso momento. En la conversación, nos reímos de una anécdota que nos había pasado recientemente y no nos percatamos de la magnitud de lo que se estaba gestando. Juanito, se imaginó que nos estábamos burlando de su accidente, se incorporó de donde estaba, a unos diez metros, cogió un regle de madera de esos que son de dos metros y que se asemejan a una tranca de puerta antigua y se dirigió hacia mi con los ojos desorbitados, totalmente descompuesto y levantando el enorme palo con clara intención de romperme la cabeza gritando “¿os estáis burlando de mí?”.

En ese momento me pasó como en las películas, el tiempo se detuvo, no tenía tiempo de reacción. Solo me quedé quieto mirándole a los ojos sin decir absolutamente nada, dispuesto a recibir lo que viniera. Mis instintos solo buscaron contacto con sus ojos y me privaron de cualquier reacción o movimiento. A pocos pasos de mí, Juanito se detuvo, en completo estado de shock. Mi compañero intervino inmediatamente, le quitó la tranca y el paleta vino corriendo tras el para detenerlo. Juanito estaba desecho como un niño, no sabía qué le había ocurrido. Solo decía entre sollozos, que lo dejáramos tranquilo.

Yo me quedé con la sensación de haber nacido otra vez. Había visto a la muerte dirigirse hacia mí en los ojos de Juanito. Mi gran error, fue no prever lo que se estaba gestando y prevenir aquel suceso, pues podía haber acabado muy mal. Juanito no estaba bien, lo pude observar cuando hablé con él antes que llegara mi compañero. El paleta, que ya lo conocía, sabía cómo tratarlo. Antes me había comentado que Juanito no estaba fino, que algo le pasaba. El otro error que cometí fue no tener conciencia del entorno en el que estaba. Justo cuando nos reíamos de una anécdota de compañeros, ocurría el accidente de Juanito. Más sabiendo que este caso en concreto, tenía tendencias a malinterpretar cosas de su entorno, generarse paranoias y volverse agresivo. Solo recuerdo que le dije a Juanito cuando pude hablar que “nunca me reiría de ninguno de vosotros”.

En aquel momento, debería haber estado más pendiente del estado de ánimo de Juanito, haber considerado sus antecedentes y en consecuencia haber estado más presente. La distracción circunstancial me pudo haber costado la vida misma.

Aprendí que debo considerar la sensibilidad de las personas en estado de vulnerabilidad. Estar presente en el trabajo física, mental, emocional y espiritualmente me ayuda a realizar el setenta por ciento de mi trabajo.

Douglas Varela Rodríguez
Educador Social
CAYAC, www.cayac.cat

jueves, 3 de agosto de 2017

CÓMO EVITAR CONFLICTOS CON LOS Y LAS ADOLESCENTES

A veces, los adolescentes muestran una actitud negativa ante la demanda de padres, madres o tutores, figuras de autoridad, como maestros, monitores o educadores. Pueden llegar a negarse a hacer los deberes o cualquier otra actividad o tareas, dentro de unas obligaciones previamente establecidas en el seno de la familia o en lugares como el colegio....

Estas actitudes son más frecuentes, cuando empiezan a experimentar sus propios desasosiegos e inquietudes, les parece criminal bajar la basura, recogerse la cama o poner la ropa sucia en el cesto de la lavadora. En ocasiones, se vuelven extremadamente apáticos y sus respuestas pueden llegar a ser despectivas.

En estos casos, es importante asumir la autoridad, somos los responsables de nuestra casa y al ser los proveedores, debemos establecer unas líneas rojas. Poner unos límitres claros, ayuda a evitar conflictos y conseguir que se cumplan unas normas y unas obligaciones mínimas de convivencia.

Si un adolescente no cumple con su parte de algún pacto, previamente establecido, por ejemplo; poner la ropa sucia en el cesto de la lavadora, le debemos recordar una o dos veces a lo sumo, que aún no ha puesto la ropa sucia donde debería estar. Más de tres veces, se vuelve una cascada de términos con los que no conseguiremos nada y habremos generado mal estar.

Si queremos conseguir un cambio de actitud en los adolescentes, debemos posicionarnos y gestionar la situación para evitar fricciones, malos entendidos y discusiones que solo conducen a distanciarnos de nuestros.

El próximo paso es poner las cosas claras:

1. Debemos tener claras nuestras reglas, los límites y  establecer unas obligaciones racionales a cumplir por todos dentro de la casa y la familia.

2. En caso de incumplimiento de una tarea, recordar que esta obligación (recoger la ropa y ponerla en el cesto de la lavadora) es un mínimo de colaboración.

3. Si no se cumple un acuerdo después de tres avisos, preguntarles si está pasando algo, si hay algo que debamos saber o si es simplemente un despiste.

4. Si las respuestas son evasivas y no hay posibilidad de comunicación, no continuar con el intento de diálogo. A la primera reacción de rechazo, dejar claro que en otro momento se retoma la conversación. Después de unas horas, una vez retomado el diálogo, no dejar de lado ningún aspecto que haya sido tratado anteriormente.

5. Si persisten en rechazar diálogo o no quieren hacer sus obligaciones, dejarles claro que los privilegios de los que gozan, se suspenden hasta que haya un cambio de actitud, diálogo y cumplimiento de obligaciones. Es sumamente importante, en caso de llegar a este extremo, mantener la promesa de suspensión de privilegios y bajo ninguna circunstancia dar marcha atrás. Si es una decisión de uno de los conjugues, la pareja debe estar en todo momento implicada y se debe mostrar unidad de criterio y apoyo incondicional. En estos casos, la firmeza de los padres y madres o cualquier otra figura de autoridad, es la mejor herramienta ante la apatía y la desgana de los adolescentes.

6. Una vez logrado un cambio de actitud, premiarles con una actitud relajada, distendida y dialogante de nuestra parte. No hace falta recordarles que no era tan complicado. A ser posible, ahorrarnos cualquier discurso que ponga en riesgo su cambio de actitud. 

7. Si vemos que han entendido el propósito de una sanción, no hace falta mantenerla por un período prolongado de tiempo. Por ejemplo: "Te quedas sin semanada todo el mes". Si su tarea la realiza posterior a la imposición de un límite y observamos que ha entendido nuestra demanda, no hace falta materializar "te quedas sin semanada un mes", con dos semanas quizas sea suficiente. En el momento de darle su semanada, agradecerle su cambio de actitud. 

8. En caso de actitud persistente, no queda más que mantenerse firmes en las decisiones tomadas. Por ejemplo, la retirada de la semanada, restricción de salidas, horarios de consolas, uso del móvil. No será un mar de rosas, pero son posicionamientos necesarios para que puedan asumir que la autoridad de la casa está en su sitio y que vuestra firmeza es sólida. 

9. Contar con que las primeras horas no serán fáciles, pero a medida que pasa el tiempo, el ambiente se irá relajando. No hace falta estarles encima, pero la comunicación no debe ser tensa desde nuestra parte.

Recordemos que en la etapa de la adolescencia buscamos y necesitamos límites. Pero también unos referentes muy claros. Esos referentes somos los padres, madres, tutores o cualquier figura de autoridad o familiar a cargo de un adolescente. Si con la aplicación de estas pautas no hay muestras de evolución, se debe buscar la ayuda de profesionales, si no deseamos entrar en interminables estados de tensión o de conflictos en la familia. A veces es necesario, sobre todo cuando las actitudes o reacciones se vuelven cada vez más violentas.

Aquí os dejo un materiañl de apoyo, click en el enlace:

PAUTAS A TENER EN CUENTA EN LA RELACIÓN CON ADOLESCENTES

Douglas Varela Rodríguez
Educador Social y Terapeuta
Cayac: www.cayac.cat









miércoles, 12 de julio de 2017

¡NO ME TRATES COMO A UN NIÑO!

Ciertos comportamientos de un adolescente, en la intimidad de casa, a veces nos pueden parecer esquivos. Se les percibe perezosos, tensos y en ocasiones pueden llegar a mostrarse violentos. 

Los padres podemos llegar a pensar que los "niños" están raros, tienen problemas y generalmente nos asustamos. 


En el mejor de los casos un padre o una madre hará todo el esfuerzo para intentar entender que le pasa al "niño o la niña" y esto les llevará a buscar situaciones de complicidad que funcionen, pero a veces se les pueden volver en contra. En el peor de los casos, el padre, la madre o el tutor/a, aunque perciban los cambios en un adolescente, no le darán importancia, llegando a banalizar la situación con frases, ya que esas "paranoias" son propias de la adolescencia, "a este le falta un tornillo", "esta juventud!!!..."

Es difícil encontrar un método perfecto que sirva para los padres a nivel de pautas o guías a seguir para educar a sus hijos. Cada persona es diferente y eso nos enriquece como seres humanos, por ello debemos considerar que, a la hora de tratar con la adolescencia, las cosas no siguen un patrón definitivo. 

Las personas que empiezan su salto de la niñez a la edad adulta no responden a unas directrices en su comportamiento. Hay adolescentes que se resisten a crecer, otros quieren comerse (literalmente) el mundo, otros siguen un proceso mas gradual, quemando etapas...

El estado "natural" de un adolescente, precisamente es mostrar su inestabilidad, puede que a veces esté cariñoso o cariñosa, otras veces necesitan aislarse y no quieren saber nada de nada ni de nadie, tienen manifestaciones de euforia y al poco tiempo se manifiestan tristeza o se ponen irascibles. Si tu hijo o hija de doce años en adelante presenta estas características en su conducta, no te espantes y sobre todo no pienses que tu niño o niña necesita un psicólogo. 

La persona que se encuentra en la etapa de la adolescencia, necesita que sus padres o tutores estén presentes, cuando hablo de presencia, no me refiero a que les tengas que acompañar en todo lo que hagan. Me refiero a que les hagas saber que estas pendiente de ellos o ellas, que les hagas sentir que en el momento en que te necesitan estas allí para apoyarles, para darles un abrazo cuando están vulnerables, para ponerles un limite cuando es necesario

A menudo nos cuesta verles como individuos y nos creemos que son "nuestros niños" y actuamos en consecuencia hablándoles como si aún lo fueran. Esto les incomoda y sus reacciones son impredecibles, puede que no quieran hablarle a sus padres y los padres no entienden porque el "niño" se enfada con facilidad. En estas circunstancias el conflicto está servido... Yo prefiero definirlo como malos entendidos entre padres e hijos.


Ver:  Guía para padres, madres y tutores de un/una adolescente



Douglas Varela Rodríguez
Educador Social y Terapeuta
Cayac: www.cayac.cat



viernes, 23 de junio de 2017

LA ADOLESCENCIA: UNA GRAN OPORTUNIDAD



La adolescencia es una explosión de vitalidad que puede ser muy beneficiosa para la familia, aportando alegría, intensidad, color,... si se gestiona adecuadamente. Es un reto tener respuestas a sus inquietudes. Pero tener respuestas no lo es todo. También se debe agudizar los sentidos para saber sus estados de ánimo, poder leer lo que les pasa, y quizas poner palabras a lo que ellos no pueden definir.

La adolescencia, es esa etapa de la vida que se vive intensamente. Todo lo que sucede alrededor nuestro es extraordinario. Muchas de las experiencias que vivimos, se quedan en nuestros recuerdos para toda la vida. Como el primer amor, el primer beso, la primera copa, las primeras discusiones..., muchas de estas experiencias serán normales en la vida adulta.

Es importante tener presente los tiempos que corren, los cambios en la sociedad y la influencia de los medios de comunicación. Las personas de cierta edad, hemos experimentado unas circunstancias muy distintas a las que están viviendo los adolescentes de hoy.

Aunque en esencia, las carencias emocionales son las mismas, es verdad que el acceso a la información es mucho más rápido. A diferencia de hace diez años, hoy estamos conectados por el teléfono, la mensajería es instantánea y las formas de comunicación pasan por las redes sociales.

Debemos tener en cuenta que su proceso de maduración emocional es ondulante, como un electrocardiograma, un pico arriba, un pico abajo hasta que se estabilizan en el tiempo. En esos picos, si somos capaces de cazar esos respectivos estados (alterados, exaltados, eufóricos o tristes, depresivos, melancólicos...), les ayudaremos a equilibrar esas oscilaciones.

Para lograr que la adolescencia no sea un caldo de conflictos en casa, las mejores herramientas que podemos utilizar son: presencia, escucha y diálogo *. Entonces, muchas tensiones desaparecen y se pueden descubrir otras dimensiones de su personalidad que generalmente resultan sorprendentes.

Un adolescente tiene su personalidad, sus sueños, sus aspiraciones, sus expectativas. Fluctúan en sus gustos, en sus aficiones y en sus relaciones sociales, pero siempre hay algo que les caracteriza . Cuando ellos y ellas detectan que no pueden ser ellos mismos en su entorno de confianza, surgen tensiones, malos entendidos, discusiones y conflictos. Esto les empuja a crearse personajes externos que quieren demostrar su valía en el exterior y adquirir reconocimiento. 

Hay que saber diferenciar cuando están probando algo de cuando intentan demandar atención. Son cosas muy distintas. Aquí es cuando la formula (*) es muy útil. Los adultos responsables o tutores de un adolescente, debemos permitirnos apreciar sus cualidades, escucharles y disfrutar de como son, de su naturalidad, de su espontaneidad y de su transparencia. Ellos sabrán reconocer nuestra autoridad, la referencia que somos para ellos y confiaran en nosotros si no les juzgamos, no les exigimos y les damos el soporte que necesitan.


Douglas Varela Rodríguez
Educador Social y Terapeuta
CAYAC: www.cayac.cat